RUFINO TAMAYO

Rufino Arellanes Tamayo (26 de agosto de 1899 – 24 de junio de 1991) fue un pintor mexicano. De origen zapoteco, Tamayo, nació en la ciudad de Oaxaca de Juárez, México, murió en la ciudad de México.

En la obra de Tamayo, se refleja su fuerza racional, emocional, instintiva, física y erótica. Su producción expresa sus propios conceptos de México; nunca siguió la corriente de otros pintores mexicanos contemporáneos suyos, cuya obra, identificada con diversas posturas políticas ,Tamayo no aceptó como propuesta: Diego Rivera, de abierta militancia comunista, o trotskista y David Alfaro Siqueiros, comunista con posturas radicales, son ejemplo de aquello.

Muchas veces se ha criticado la postura político-ideológica de Tamayo, sin embargo, decenas de documentos resguardados en importantes archivos públicos y privados de México, Estados Unidos y Europa, lo muestran como a un artista identificado con el socialismo, pero respetuoso de las particularidades del individuo.

Rufino Tamayo, fue un artista siempre en búsqueda de nuevas técnicas. Junto con Lea Remba, creó un nuevo tipo de técnica gráfica, conocida como mixografía; impresión sobre papel, a la que se le añade profundidad y textura. Una de las mixografías más famosas de Tamayo es «Dos Personajes Atacados por Perros».

«Dos Personajes Atacados por los perros»

A los once años, Tamayo quedó huérfano de madre (Florentina Tamayo, era su nombre); pocos meses antes , había fallecido su abuelo paterno, quien suplió la figura paterna, ya que el padre había abandonado el hogar hacia años.

La familia materna, protegió al niño y al poco tiempo, amparado por su tía Amalia, emprendió la aventura de dejar Oaxaca y trasladarse a la ciudad de México. Prácticamente Tamayo se había quedado solo. La imagen del padre (Manuel Arellanes), quien procreó varios hijos con diferentes mujeres, siempre lo contrarió.

Esto explica el que, a tan corta edad, simbólicamente dispusiera que el padre, también había muerto y, por decisión propia, Rufino del Carmen Arellanes Tamayo, en homenaje al recuerdo de la madre, pasó a ser Rufino Tamayo.

En 1917, con su propia letra grande y clara, en su solicitud de ingreso a la Academia de San Carlos, el adolescente, comerciante de frutas y aspirante a pintor, se reconfirmó como Rufino Tamayo. La voluntad y perseverancia de Tamayo, se volcaron a comenzar su camino de artista, lo cual no le fue fácil.

El profundo amor y arraigo a la vida que le significó la pintura, le permitió establecer con ésta un compromiso indisoluble. En 1921 fue nombrado jefe del Departamento de Dibujo Etnográfico del Museo Nacional de Arqueología, donde comenzó a desarrollar un interés en el arte precolombino.

Expuso sus primeros cuadros en 1926, año en que viajó a Nueva York y expuso en el Art Center. Fue en Nueva York que comenzó a ser directamente influido por las obras que allí encontró de Matisse, Picasso y Braque, entre otros.

De retorno en 1929, fue profesor en la Escuela de Bellas Artes y tres años más tarde trabajaba en la Secretaría de Educación Pública al frente del Departamento de Artes Plásticas.

Posteriormente, residió catorce años en Estados Unidos, exponiendo y realizando diversos murales. Se dio a conocer en Europa en la Bienal de Venecia de 1950.

Tras vivir en París, Tamayo retornó a México en 1964. En 1974 ayudó a fundar en la ciudad de Oaxaca, el Museo Rufino Tamayo de arte Prehispánico, donando su enorme colección de arte indígena mexicano.

En 1981, donó esta vez, su colección de arte internacional a la nación, formando así el núcleo del museo de arte contemporáneo Rufino Tamayo, en Ciudad de México.

Casado en 1934 con la pianista Olga Flores Zárate, el matrimonió duró hasta la muerte de él, mas no tuvieron hijos.

«Retrato de Olga»

En la última entrevista que permitió a Miguel Angel Avila, consideró que el no haber tenido hijos, era una huella que había marcado profundamente su existencia, en su casa San Angel pasó sus últimos tres años de su vida, en la nostalgia de los hijos, buscó y compró el cuadro titulado «Niño», que era el busto en colores marrón de su primera época, pintado es su juventud, fue en esa época en que inició sus últimos trabajos, como el de La Familia, donde aparecen dos padres y un pequeño, cuadro que el entrevistador, no sólo vió pintar, sino que colaboró con él, su último estudio en vida, fue tomado por el mismo periodista, una semana antes de su fallecimiento, pidió aparecer con su esposa Olga, y ella que siempre se mantuvo reticente en estos casos, aceptó posar con sus fieles acompañantes, dos perrillos que les fueron su única familia al final de su vida.

«Yo soy yo y mi circunstancia, pero si no la salvo a ella no me salvo yo», estableció Ortega y Gasset en Meditaciones del Quijote (1914); a partir de ese discernimiento desarrolló su filosofía. Leído en Latinoamérica con amplitud, Ortega y Gasset influyó grandemente en Tamayo, quien, desde joven y hasta el final de sus días, remarcó la importancia de percatarse de todo lo que gira en torno de la persona, así como comprometerse con el presente de lleno.

Además de pintor notable, Tamayo observó gran compromiso social, lo que se confirma de distintas maneras: con los dos museos y los dos asilos que fundó en México; con muchas obras sociales realizadas en silencio; con la creación de la Bienal de pintura que lleva su nombre; con el apoyo a chicanos y mexicanos indocumentados en Los Ángeles. La lista es mucho más extensa y en cada uno de esos rubros está presente Olga Tamayo, su compañera. La vocación de servicio de ambos nació de su amor por México

En 1991, tras contraer una pulmonía, Rufino Tamayo fue internado en el Instituto Nacional de Nutrición en Ciudad de México, donde después de caer en coma, expiró el 24 de junio de 1991. Sus restos fueron cremados y tras la muerte de su esposa, las cenizas de ambos colocadas en un nicho del Museo Rufino Tamayo.

El erotismo, es un tema medular en la producción plástica de Rufino Tamayo, quien afirmaba que su obra no era erótica, sino sensual, con lo que hacía alusión a la sofisticada comunicación espiritual que se funde entre quienes se atraen.

Ponía énfasis al explicar que su obra, no era erótica porque «el sexo puede ser mecánico y lo que yo busco -aclaraba-, es mostrar el sentimiento». Esto sin dejar de lado cuadros como el particularmente complejo «Desnudo blanco» (o «Desnudo en blanco») (1943) en el que la razón y los sentimientos se multiplican y revelan el celo íntimo de los dos personajes: una mujer en primer plano y atrás de ella una figura masculina difuminada; Eros y Tánatos desplegándose y penetrándose entre sí, como buscando ambos, trascender en el cuerpo que los contiene.

«Hombre y su sombra»

Conocida también es la entrañable relación que Tamayo tuvo hacia todo lo relacionado con el cosmos. A través de su obra queda de manifiesto cómo lo percibía: comunión de conocimiento, sensualidad, asombro e incluso temor ante lo desconocido. En gran cantidad de cuadros, Tamayo ,plasmó elementos que hacen eco en aportaciones de la ciencia y la tecnología relacionadas con la exploración del Universo; son extensas las entrevistas en las que explicó su profunda expectativa sobre lo que sucedía en el cosmos.

A veces, sus declaraciones fueron metafísicas: expandía su admiración por el espacio; en otras, hizo afirmaciones apuntaladas en hallazgos científicos que conjugaba con su forma de entender determinados hechos precisos.

El discurso con que Tamayo ingresó al Colegio Nacional el 21 de mayo de 1991, aborda temas diversos que marcaron su vida. En alusión a cómo el ser humano, debía volcarse al humanismo, a fin de que los avances tecnológicos y científicos estén al servicio de la humanidad y no al contrario, manifestó: «Para mi, esta realidad ha sido clara desde el término de la Segunda Guerra Mundial, cuando se hizo evidente la urgencia de que los artistas, reflexionáramos sobre las consecuencias de los cambios inherentes al inicio de una nueva era.

El arte debe reflejar los cambios originados por la ciencia y el desarrollo tecnológico precisamente porque debe continuar su evolución y su evolución es la del hombre y sus problemas». Con aquella disertación, Rufino Tamayo, de 91 años y próximo a morir, plasmó una síntesis de la gran importancia que la ciencia y la tecnología tuvieron en su obra.

Tamayo, está considerado como uno de los principales artistas en la historia de México a la par de hombres como Diego Rivera, o José Clemente Orozco, si bien su obra no posee un enfoque tan político como la de éstos.

Page copy protected against web site content infringement by Copyscape

3 comentarios sobre “RUFINO TAMAYO

  1. Rufino con su magia a impregnado a America.Son tantos los pintores que a alimentado que se ven sus frutos en la paleta de muchos de ellos.Sus violetas y amarillos,sus azules y rojos,sus imagenes llenas de fuerza cosmica.El hombre y su circunstancia de Ortega y Gasset que tanto bien le ha hecho para cimentar su arte.Latinoamerica ,America toda y el mundo,se regocija en su obra.

  2. uno de mis pintores favoritos, tambien soy artista pero en mi ciudad no hay mucho a la pintura tacna- PERU aqui cada uno tiene que arreglarselas
    pero ni loco dejo la pintura es una de mis pasiones me encanta sus obras los tonos de los contrastes el colorido fugas que se pierde en la penumbra suave de defumino del pincel………con mucha razon muchos pintores de aqui tienen su influencia de el……….felicidades `por el quien ahora es un patrimonio de su pais un icono de su cultura…en la pintura y todo lo demas………excelente bye

Deja un comentario